domingo, 25 de septiembre de 2011

¿ Tú en que trabajas?



´_ Tía, Tú ¿en que trabajas?_ Mi sobrina de 5 años, me lanzaba ayer la pregunta subida a un triciclo.

_ No trabajo, cielo _ la contesté_ cuando nació el peque deje de trabajar.

_ Y ¿Por qué? _ continuó su interrogatorio.

_ Pues porque decidimos que yo me quedaría en casa para cuidar de él.

Y la cara de rareza que puso, me indicó que…las mamás no se quedan en casa a cuidar de sus hijos o hijas…y mucho menos los papás


Hace un año y un mes que dejé de estar inmersa en el mundo laboral para  sumergirme en las corrientes cálidas de la maternidad. No fue una decisión difícil y aunque en un principio habíamos pensado en que, sería mi pareja el que se cogería una excedencia para atender y disfrutar de tiempo con nuestro hijo, fue nuestro pequeño el que nos fue marcando el camino.

Porque  nuestro bebé ,  no sabía de géneros, ni de igualdad de oportunidades ni mucho menos era consciente de tener una madre feminista a la que durante mucho tiempo el sistema había engañado, haciéndola creer que había de luchar por los derechos laborales en detrimento de su derecho a “bien criar“a su hijo. Ibio sabía de olor, de latidos, de necesidad de ese Ser del que había formado parte durante nueve meses (casi 42 semanas para ser más exacta). Conocía el sabor de su leche, el timbre de su voz, la textura de sus pezones y él bienestar y seguridad que le provocaba su cercanía.

No… nuestro pequeño no quería que yo me incorporará al trabajo y yo empecé a intuir que lo que deseaba era quedarme con él. Lo comprendimos los tres.

Vivimos tranquilos, teniendo espacio y tiempo, sin estrés. Vivimos manteniendo una lactancia a demanda fruto del amor que nos tenemos y que nos lleva a ser el punto de mira de todas aquellas personas que piensan que “este niño es ya muy grande para chupar la teta”. Disfrutamos de las pequeñas cosas, del agua, de la tierra, del aire. De las caricias, de cada sonrisa, de la primavera, del verano.

Jugamos, aprendemos, dormimos, paseamos, nos consolamos, nos separamos, nos reencontramos.

Tenemos la suerte de tener a nuestro lado a una persona que nos cuida, nos acompaña, nos echa una manta por encima cuando caemos rendidos en el sofá. Un papá que cada vez tiene un mayor protagonismo en el pequeño mundo de su retoño, que ha sabido esperar (no siempre es fácil) y formar parte activa de todo esto.

Mentiría si no dijese que en momentos de debilidad pienso (que no siento) en que debería plantearme volver y descubro que mi sonrisa se borra… se esconde mientras dura la racional idea.

No, de momento no voy hacer nada que me haga perder la sonrisa, prefiero dejarme fluir por la corriente de la maternidad. Una maternidad consciente, con apego y amorosa. Una maternidad compartida y una maternidad feminista (de ésto, si tengo un momento de inspiración ya escribiré mas adelante)

2 comentarios:

  1. Ay Marta, cuantas cosas en común... solo con leer esta entrada sé que me va a encantar el resto del camino. Intrigada por ver cómo deviene la maternidad compartida y feminista. De esto, en otro momento de inspiración yo también debería escribir.
    Un saludo.

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  2. Gracias por estar y por compartir.Seguro que acabamos inspirandonos. Un Beso linda.

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